El mercado de flores
José Benlliure Gil

El mercado de flores

s.f.
  • Óleo sobre lienzo

    64,3 x 104,3 cm

    CTB.1995.23

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

El mercado de flores es una obra que se puede relacionar con las realizadas por José Benlliure durante su estancia en Roma (1879-1895). Durante la década de 1880 el estilo de Benlliure cambió, adaptándose a las exigencias del mercado internacional, particularmente el británico y el alemán. Para introducirse en este mercado, Benlliure adoptó la técnica de Francisco Domingo y de Mariano Fortuny. La pincelada es pequeña y precisa como la de Fortuny, y los objetos adquieren una calidad minuciosa y aguda. El pintor se detiene en describir detalladamente las diferentes calidades y texturas con ejecución rápida y suelta, próxima a la filigrana, y siguiendo el gusto de los marchantes. El característico acabado de estas obras no es sólo consecuencia de su peculiar técnica sino, sobre todo, de su singular empleo del color. Y en este aspecto de nuevo la crítica de la época relacionaba a Benlliure con su maestro Domingo.

En este cuadro se funden dos temas pintados con cierta asiduidad por Benlliure en su época romana: el de los mercados y el de la florista valenciana. La obra entronca con óleos cuyos títulos se repiten con alguna frecuencia: Florista valenciana, Fioraia valenciana, Florista valenciana con traje típico del país, Mercado, Mercado árabe, Mercado de Tánger, Mercado de Tetuán, Tiendecilla de florista, Visita del cura a la florista de Aldaya, etc.

Todas las características técnicas y cromáticas que se han descrito como propias del lenguaje de Benlliure durante su estancia en Roma se concretan en esta pintura, donde la minuciosidad y la riqueza cromática enfatizan la complejidad de elementos temáticos e idiomáticos. La composición representa un supuesto mercado de flores en la explanada del Real de Valencia, a las puertas del jardín de los Viveros. No consta históricamente que en esta zona de Valencia tuviera lugar ninguna clase de mercado, sin embargo la perspectiva y edificios que se recortan sobre el horizonte al fondo de la composición son reales. La torre del Miguelete, la cúpula de la iglesia de Santo Domingo, la torre de Santa Catalina y las puertas de Serranos aparecen representadas tal como en la época podían ser apreciadas desde el puente del Real. Sin embargo, el hecho de que en la realidad la cúpula de Santo Domingo sea de cerámica de reflejos dorados y no azul, como aparece en el cuadro, confirma la idea de que el fondo no está tomado del natural sino posiblemente a partir de una fotografía.

Bajo unas ramas de plátano que enmarcan y delimitan la mitad derecha de la composición se sitúa el punto temático central del conjunto. La vendedora viste traje típico valenciano, así como el huertano que descarga flores de un burro enjaezado como para una fiesta. Las dos compradoras, sin embargo, visten trajes de manola de inspiración goyesca, tal como los había popularizado Fortuny en La vicaría. El puesto es en realidad una clásica balaustrada de piedra cubierta con una alfombra oriental y rodeada de flores y uvas verdes y negras en el interior de los más variados contenedores: tibores chinos, jarrones de cerámica morisca de reflejos metálicos, jarrones de jardín renacentista, cestos de mimbre y espuertas de esparto6. El grupo de la izquierda está formado por mujeres jóvenes y niñas que recomponen pequeños ramilletes utilizando flores desechadas; todas ellas van vestidas con trajes de campesinas romanas, tal como las difundieron las diferentes colonias de artistas extranjeros que trabajaban en Roma. Al fondo de la composición otros puestos de flores con grupos de personajes vestidos, con la misma heterogeneidad, de chisperos del siglo XVIII junto a campesinas valencianas del XIX y damas con elegantes trajes dieciochescos.

Esta evidente falta de realismo histórico en el tema y las peculiaridades de los personajes es compensada por el absoluto verismo de la representación, y unificada por una iluminación convencional y poco contrastada que confiere al conjunto el carácter de obra intemporal. La seguridad de la factura, la agudeza visual desarrollada en la composición y la minuciosidad de los detalles, susceptibles de ser analizados con una lupa, contribuían a dar verosimilitud a una escena intrínsecamente falsa, pero susceptible de ser considerada como genuinamente española por los coleccionistas internacionales.

Carmen Gracia