Patio
Eliseu Meifrèn i Roig

Patio

s.f.
  • Óleo sobre lienzo

    49 x 62 cm

    CTB.1995.96

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

De su amistad con Santiago Rusiñol surgió en Meifrèn el gusto por pintar jardines y patios a lo largo de su trayectoria artística. El Patio Azul (1891) de Rusiñol fue la obra que inauguró este género, marcando las pautas para el resto de artistas. Ese mismo año, Rusiñol y Meifrèn habían descubierto casualmente el pueblecito costero de Sitges y allí Rusiñol pinto ése y otros cuatro cuadros similares. En esta época Meifrèn ya había realizado un viaje a París en 1879, regresando en 1882 con motivo de su viaje de novios con Dolores Pajarín y estancias más o menos largas, con idas y venidas entre 1889 y 1893. Sin embargo, no asumió todavía la impronta del impresionismo tal y como lo haría posteriormente. El descubrimiento de Sitges le aportó el conocimiento y la influencia del luminismo, asimilando una temática similar a la de Roig i Soler. La temática naturalista de los patios interiores que Rusiñol inmortalizó, Meifrèn la asimiló y manejó posteriormente, creando variaciones sobre el tema, pues acostumbraba a pintar una y otra vez el mismo asunto. Una vez descubría un tema u objeto que le interesaba pasaba a formar parte de su universo y lo utilizaba, íntegramente o parcialmente, a lo largo de toda su carrera, dotándolo de una técnica personal en constante evolución. No existen etapas temáticas en la producción de Meifrèn, sino etapas estilísticas con influencias de estilos y artistas; fruto de ello es que sólo fechó sus obras en una primera etapa, creando así un problema a la hora de datar el resto.

En El Patio, obra de madurez estilística y técnica, podemos apreciar las premisas que Rusiñol puso en sus patios modernistas: un lugar cerrado, un microcosmos particular y privado, donde todo está ordenado, y donde las analogías formales hacen que se unan los elementos, determinando un ritmo. Aquí ese ritmo lo vemos en las macetas alineadas y semejantes. La explosión de la vida, en las flores rojas, frente a la soledad del patio, sin personas ni animales. La vegetación descontrolada y el espacio deshabitado son las características que le diferencian de las primeras obras de Rusiñol, donde los personajes son parte importante de la composición. En otras obras de Meifrèn con semejantes características formales, como Patio de Premià, Patio (1910), Macetas (Premià),Rincón del huerto y Macetas, podemos observar las variaciones sobre el mismo tema.

En este caso, Meifrèn ejecuta un cuadro con rapidez y gran habilidad, para lo cual la técnica impresionista resultaba sin duda la más adecuada. No aporta novedades técnicas ni formales, puesto que es un tema conocido en su trayectoria; sin embargo, el gusto de los coleccionistas que buscaban este tipo de obras rápidas y bien ejecutadas por artistas de prestigio en la época de preguerra fue sin duda su mayor logro y éxito. Un conformismo temático y estilístico frente al riesgo de la novedad.

Elvira Sánchez Gimeno

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