Baile gitano
Hermen Anglada-Camarasa

Baile gitano

c. 1914-1921
  • Óleo sobre lienzo

    71 x 101 cm

    CTB.1995.30

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Mientras vivió en Cataluña, Anglada-Camarasa se dedicó preferentemente al paisajismo y no parece que tuviera especial relación con el mundo gitano. Al trasladarse a París en 1894, donde viviría los veinte años más cruciales de su vida, fue allí precisamente y no en España donde entró en contacto con este mundo, que le proporcionaría, desde por lo menos 1901, uno de los temas más característicos y reiterados de su carrera.

Desde casi los primeros tiempos de su gran éxito mundial, Anglada, para quien el tema de sus pinturas era siempre mucho más un pretexto plástico que un mensaje ideológico, alternó las escenas de la vida nocturna de París con las de bailes gitanos. Las primeras le daban pie a trabajar con una especial morbidez y tonos claros en una versión personal del postimpresionismo, mientras que las segundas le permitían plasmar un dinamismo expresivo y frenético, con colores cálidos y detonantes.

Aquel París de los albores del siglo reservaba parte importante de su atención al exotismo de los temas tópicamente hispánicos. Desde el sensacional triunfo obtenido por John Singer Sargent con su óleo El Jaleo en el Salon de 1882, los temas de baile flamenco tenían un atractivo especial en París, donde el romanticismo literario y artístico ya se había fijado muy especialmente en la España típica. El Jaleo, hoy en el Isabella Stewart Gardner Museum de Boston, no sólo puso de moda el tema sino que fijó una composición tipo para él: la figura de la bailaora en primer término, levemente descentrada, se impone ante los guitarristas y palmeros sentados uno al lado del otro, formando como un telón de fondo para la escena.

Anglada, en sus interpretaciones más ambiciosas de este tema –como la Danza española (1901) de la antigua colección Morozov, hoy en el Hermitage de San Petersburgo–, creó composiciones originales y complejas, pero en las versiones de menor tamaño, como ésta de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, reprodujo casi siempre un esquema compositivo derivado de El Jaleo de Sargent.

La datación de esta pintura no es fácil pues Anglada reiteró temas parecidos a lo largo de toda su carrera: no sólo en París sino cuando ya vivía en Mallorca (1914-1936) y durante su exilio en Francia (1939-1947), sin embargo, en esta última etapa francesa lo haría de manera más formularia, como para tratar de aliviar sus estrecheces de exiliado, repitiendo un antiguo producto de éxito seguro en aquel país.

La figura central de esta composición se inspira claramente en varios dibujos de bailaora tomados del natural en París hacia 1910-1912, y los guitarristas son como hermanos de los que aparecen en El tango de la corona, de hacia 1910. Por ello, y por la densidad de la materia –que originó fuertes craquelados–, propia de sus años de París, y por la dedicatoria a Charles Deering, el financiero americano amigo de los modernistas catalanes fallecido en Miami en 1927, habría que fechar el cuadro más en la etapa juvenil del artista que en su madurez. Me inclino a pensar que se trata de una pieza adquirida por Deering en sus años de mayor presencia en Cataluña, cuando recopilaba obras de arte antiguas y modernas para su residencia Mar i cel de Sitges, y cuando Anglada ya no vivía en París y tenía nuevamente fuerte contacto con el mundo artístico catalán. Así, la adquisición de la obra por Deering se situaría entre 1914 y 1921, año en que el millonario se desentendió de Mar i cel y exportó a los Estados Unidos buena parte de su excelente colección, excepción hecha de algunas obras –como ésta– que trasladó al castillo de Tamarit, también de su propiedad, situado junto al mar, cerca de Tarragona.

Francesc Fontbona