Artistas
Jerónimo Ezquerra
Madrid, 1660 - Madrid, 1733
Este pintor es un artista muy poco conocido, que sin embargo debió de tener una presencia relevante en la actividad pictórica madrileña de principios del siglo XVIII, a juzgar por las investigaciones publicadas hasta la fecha (Piedra 1985 y Agulló y Cobo 1987). Según su propio testimonio, nació en Madrid entre 1659 y 1662, y en esta ciudad murió el 18 de febrero de 1733. Fue hijo de un desconocido Lucas de Ezquerra originario de la villa de Pomar (Burgos), ajeno al mundo de la pintura, y no del pintor Domingo de Ezquerra como se ha supuesto en alguna ocasión. Aunque Ceán Bermúdez (1800) afirma que se formó con Palomino, su trayectoria vital y su pintura indican una clara vinculación con Carreño. La viuda de éste le legó en su testamento de 1686 una espada y una daga que pertenecieron a su marido, evidente testimonio de una cercana relación personal, mientras que la dependencia artística puede apreciarse en su Inmaculada del monasterio de clarisas de Olite (Navarra), firmada en 1710, en la que sigue con absoluta fidelidad los modelos creados por Carreño. En 1725 recibió del Consejo de Castilla el nombramiento de tasador oficial de pinturas, puesto por el que litigó un año antes junto a otros pintores madrileños de la época, quejosos ante el monopolio ejercido hasta entonces por Palomino y García de Miranda en esta actividad, a la que Ezquerra se dedicó al menos desde 1688. Los documentos que se conocen no permiten afirmar con seguridad que llegara a ser pintor del rey, pero sí se sabe que fue «archero» de la Noble Guardia de Corps de Su Majestad, nombramiento que con el de tasador oficial indican una situación social relevante en el Madrid de la época. Confirma esta suposición el inventario de sus bienes efectuado tras su fallecimiento, ya que presenta a un hombre de vida acomodada e instruido. Poseía gran número de libros y estampas –de Durero, Maarten de Vos, Rubens, Carlo Maratti...–, así como una serie de cuadros, entre los que sobresalen algunos de Alonso Cano y Claudio Coello, que fueron tasados por Miguel Jacinto Meléndez, destacado pintor de la época y amigo suyo, al igual que Andrés de la Calleja (1705-1785), de quien además fue maestro, transmitiéndole el lenguaje de Carreño en sus composiciones religiosas. Tras su muerte su puesto de tasador oficial pasó al pintor riojano Francisco Zorrilla (1679-1747).
Debido a los escasos ejemplos conocidos de su producción es poco lo que se puede decir de su estilo. Sin embargo en la Alegoría del agua conservada en el Museo del Prado se aprecia la soltura y fluidez de su pincelada, cualidades heredadas de Carreño, y sus aptitudes para el paisaje, claramente influenciado por el mundo veneciano-velazqueño imperante en la estética del paisaje cortesano de finales de siglo. Probablemente uno de los principales valores de su arte fue su capacidad para fundir la tradición pictórica seicentista y el renovado lenguaje de las primeras décadas del siglo XVIII, en el que ya existían elementos pre-rococós.
Trinidad de Antonio