Fe y fervor en la Colección Carmen Thyssen. Simone Martini, Van Dyck, Gauguin

23 marzo - 30 junio 2013
Atribuido a Jacopo Cestaro

Santa sosteniendo un plato con rosas

s.f. Óleo sobre lienzo, 46,3 x 35 cm Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
Santa sosteniendo un plato con rosas
Anton van Dyck

Cristo en la Cruz

c. 1627 Óleo sobre tabla, 105,3 x 73 cm Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
Cristo en la Cruz
Simone Martini

San Pedro

c. 1326 Temple y oro sobre tabla, 58 x 38,5 cm Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
San Pedro
Gonzalo Bilbao Martínez

La procesión de las Siete Palabras

1902 Óleo sobre lienzo, 54 x 45 cm Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en prestamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga
La procesión de las Siete Palabras
Émile Bernard

La Anunciación

1890 Óleo sobre lienzo, 34,9 x 47 cm Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
La Anunciación

Se ha seleccionado un grupo de obras representativo de diferentes estilos que nos permiten realizar un recorrido por la pintura sacra, mostrando una gran variedad tanto en su iconografía como en su iconología. Siguiendo un criterio cronológico, la primera obra con la que nos encontramos es San Pedro, de Simone Martini, realizada hacia 1326. Se trata de una pieza en la que el padre de la Iglesia aparece portando las llaves del cielo sobre un fondo dorado. Es un ejemplo característico del estilo refinado, el color brillante y la poetización de la línea de uno de los más importantes maestros del Trecento italiano. Continuamos con una escultura anónima, procedente de Siena, con la representación de la Pasión de Cristo en el tapiz realizado en el taller de Rubinetto di Francia, ejecutado con gran riqueza de materiales, hilos de seda y metálicos, y un gran sentido de la armonía cromática, y con la representación devocional a cargo de Niccolò Frangipane, una obra centrada en la sobrecogedora expresión de dolor en el rostro de Jesús coronado de espinas. Junto a estas dramáticas escenas de la Pasión, destaca la juvenil y serena belleza de una santa portando flores, atribuida al taller italiano de Jacopo Cestaro.

Una de las obras clave de esta muestra es el Cristo en la Cruz de Anton van Dyck. Su factura rápida y nerviosa queda equilibrada por la gravedad del sacrificio que representa. Evoca la espiritualidad profunda de un artista que pintaba con sentida devoción, ya que era ferviente católico. Sencilla es la visión de Gauguin en el Estudio para «El Cristo amarillo», realizada en 1884. Se trata de una obra de pequeño formato, con un estilo simplificado y un trazo de gran intensidad. Ofrece la imagen de un crucificado inspirado en una talla policromada del siglo XVII que se encontraba en la capilla de Trémalo

a la salida de Pont-Avent, cercano a su lugar de residencia de esos años en Bretaña. Se trata de una imagen que refleja su especial momento anímico, su acercamiento a la religión y sus reflexiones sobre el sentido de la trascendencia humana, cuestión que siguió interesándole siempre, hasta el final de sus días en Tahití. El misterio de la Anunciación aparece representado en una obra de figuras elegantes y aspecto arcaico, en homenaje a los maestros italianos del primer Renacimiento. La obra, realizada en 1890, característica del sintetismo de Émile Bernard, es el resultado feliz del arabesco, un color llameante y un especial sentido decorativo.

Otros autores –Alfred Dehodencq, Joseph Saint-Germier y Gonzalo Bilbao–, gratamente sorprendidos por la representación popular de la Pasión de Cristo en las calles, escogieron trasladar a sus lienzos visiones de la Semana Santa, dentro del género de la pintura costumbrista.

El pueblo andaluz ha sabido escenificar la Pasión teniendo en cuenta los más diversos sentidos, intentando provocar la emoción del espectador. A ello contribuyen desde el aroma del incienso, la simbología del color y la exaltación de la música, hasta la profusión de elementos decorativos, como la riqueza de la orfebrería y de los bordados. Estos componentes contribuyen a crear una escenificación especial que hace que los protagonistas de estas obras no sean sólo las imágenes, sino la organización procesional, los nazarenos con sus sobrias túnicas y sus velones encendidos, y, sobre todo, el fervor popular, la expectación del público que espera el cortejo, participando del ritual de un gran teatro barroco en las calles del sur.