Artistas

Eduardo León Garrido

Madrid, 1856 - Caen, 1949

  • El Galán del Sarao

    s.f.

Nacido el 20 de febrero de 1856 en la capital española, se inicia, al parecer, en las nociones elementales de la pintura con su padre, el político y pintor aficionado Fernando Garrido Tortosa. Entra a estudiar en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, pero sobre todo con Vicente Palmaroli, quien le programaría una convencional carrera académica y le animaría, tal vez, a presentarse a las oposiciones para una de las pensiones de número en la primera convocatoria de la recién creada (1873) Academia Española de Bellas Artes en Roma. Lo cierto es que firma tanto para una de las dos plazas de pintura de historia (de figura) como para la inicialmente única de paisaje a la corta edad de diecisiete años. El desarrollo de los ejercicios (que por razón de nuestra tesis doctoral nos tocó estudiar) permite saber que en el primer ejercicio (el boceto de 0,30 x 0,40 m a realizar en el día, o sea, la antiguamente denominada prueba «de repente» por la Academia de San Fernando para sus premios de fin de curso desde el siglo XVIII, y boceto cuyo asunto fue, por sorteo, la Aparición de Santiago al Rey D. Ramiro según lo relata en su historia de España el padre Mariana) Garrido obtuvo un holgado cuarto puesto entre los trece opositores que definitivamente inician la oposición de pintura de historia (se le había adjudicado la «N» de entre las letras que desde el primer momento ocultan los nombres propios de cara a garantizar la imparcialidad del tribunal), en tanto que abandona ya en el primer ejercicio del paisaje según la correspondiente acta. En el segundo ejercicio de pintura de historia (una figura desnuda del natural) pasa la criba –en un honrosísimo primer puesto– para convertirse en uno los cuatro únicos opositores que realizarán la parte final. Sin embargo quedará como el gran perdedor cuando resulte apeado en el tercero y último ejercicio (Un grupo del rapto de las sabinas, pintura de 1,50 x 1,25 m a realizar en dos meses –el equivalente a la antigua prueba «de pensado»– tras hacer el croquis de tal asunto en el espacio de un día natural, croquis que se entrega al tribunal para la comprobación al final del largo ejercicio). Es sabido que los triunfadores –que se convierten en los primeros pensionados de número por la pintura de figura en la Academia de Roma– fueron Pradilla y Plasencia, pero es menos conocido lo que señalara en su momento el posterior pensionado por el paisaje y longevo secretario de la Academia en Roma, Hermenegildo Estevan, sobre que el director de la dicha Academia pero también miembro del tribunal, Casado del Alisal, había invitado a competir a ambos triunfadores, al parecer entonces jóvenes promesas, poco menos que con el ofrecimiento de la plaza, porque influyó mucho en la formación de esa primera promoción de pensionados deseoso de inaugurar la Academia de Roma con «lo mejor y más elegido de la juventud que empezaba a sentir el aplauso».

Es así como Garrido, que había quedado tan cerca del éxito, solicita por instancia dirigida al ministro de Estado (el titular de la institución) una pensión de gracia por si quedara vacante alguna de las plazas de las otras secciones. Utiliza como argumentos la buena marcha en la oposición (el primer puesto en el segundo ejercicio) y el problema de enfrentarse por primera vez a un cuadro histórico en el tercer ejercicio «y la responsabilidad de encontrarse con diecisiete años de edad, huérfano y sin recursos para poder seguir en el arte». Se hace acompañar en su solicitud por una recomendación firmada por ocho personas (J. Moreno Benítez, Francisco Javier Moya, J. Abascal y otros) y dirigida asimismo al ministro de Estado, Sagasta. El informe del funcionario, Jacobo Prendergast, es desfavorable a la petición; el «conforme» a lo anotado y el «fecho» anticipan ya la respuesta negativa a Garrido.

Parece que al menos sacó partido a sus ejercicios de oposición al exponer a continuación en la Platería de Martínez El robo de las sabinas. No le saldría tan mal cuando repitió al año siguiente (1875), adquiriéndole el recién instaurado Alfonso XII uno de sus cuadros. Fue en ese momento cuando al parecer debió conseguir finalmente una pensión, de la Diputación madrileña para París, a donde desde luego se dirigió buscando la compañía y el magisterio de Palmaroli (quien ya estaba asentado allí desde 1873) al igual que otros discípulos que el maestro había tenido en la Escuela de Artes y Oficios, como Ramiro Santa Cruz, Joaquín Pallarés y José Alcázar Tejedor (otro frustrado opositor en esa primera convocatoria a las pensiones de la Academia Española en Roma), aunque el que será más importante de todos estos, Casimiro Sainz, se quedará en Madrid.

En París Garrido entra en contacto con Raimundo de Madrazo cuya pintura le influirá profundamente y condicionará su temática de pintura galante de estética neorrococó; el chisporroteo cromático no solamente se vuelca en las abundantes escenas de baile, sino en episodios también de género, con interiores de pocas figuras, frecuentemente femeninas, que con gran sensualidad se entretienen en tareas de maquillaje, aseo o tocador, cuando no descansan indolentemente. También como el hijo de Federico de Madrazo utiliza frecuentemente el mismo modelo femenino (Guapa con pandereta, El reposo, La dama de la mantilla, etc.) y a veces, como en la última citada, es evidente la inspiración en obras de Raimundo que retratan a su modelo Aline Masson.

Desde luego no fue el género su única producción, tal como testimonia su participación en los Salones parisinos (aunque también expuso en Múnich y Londres): en el de 1875 presenta un San Jerónimo (n.o 864, figurando como alumno de la Escuela de Bellas Artes de Madrid y de Palmaroli, y con domicilio en la Rue Duperré n.o 9), y en cuanto al retrato –donde también deja abundantes testimonios– su concurrencia se produce en los Salones de 1877, 1881 y 1887. Pero también expone allí lógicamente su pintura de género: en el de 1877 La soñadora (considerada más bien un retrato y apareciendo ya en esta cita vinculado a Goupil); en el de 1879 La vuelta del paseo (n.o 1.317) que también podría considerarse retrato (y de gran modernidad) habida cuenta de que –como se ha escrito– la frontera entre este género y el de los tipos costumbristas no siempre es fácil de determinar, pero sobre todo porque utiliza en muchas ocasiones –como ya hemos anotado– el mismo modelo femenino. Esta última obra de 1879 es fiel reflejo del tono asumido por ese Salon, «dominado por la equívoca escena de género más o menos emparentada con Fortuny, donde se juega con el doble sentido» (Reyero 1993, quien asimismo señala en su estudio de esta pintura española en París que es en 1879 y 1880 cuando se alcanza el mayor índice de participación de obras de género en el Salon). En 1880 presenta A los quince años (56 x 46 cm, n.o 1.546) y Bajo el encanto de un dulce pensamiento (80 x 100 cm, n.o 1.547), y aún sigue apareciendo en 1881 y 1882.

Aunque se dice que tras establecerse en París en 1875 Garrido ya no vuelve a España, sí que viajó a Italia acompañando de nuevo a Palmaroli cuando éste, después de su etapa parisina de 1873 a 1883, se traslada a Roma en ese último año nombrado director de la Academia Española en la Ciudad Eterna. (Allí, por cierto, recala el también citado discípulo Alcázar Tejedor, que aunque no como pensionado oficial de la Academia en Roma, sí llega a exponer con algunos otros de la colonia española con el grupo oficial en 1884.) De sus viajes por la península vecina Garrido saca especial provecho de los canales venecianos, respondiendo así la sugestión que la ciudad de la laguna mantuvo sobre los pintores españoles, en parte también por las conexiones artísticas: en Venecia se asentó la viuda de Fortuny significando así un polo de atracción de la ciudad para los fortunescos (su hermano Ricardo de Madrazo [1852-1917] Martín Rico [1833-1908], etc.) en tanto que el más conocido seguidor de Fortuny, José Villegas (1848-1921), que también se convierte en centro polarizador de los españoles en los años finales del siglo XIX, eligió Venecia para numerosas estancias a partir de 1877.

Garrido viajó asimismo a Estados Unidos en 1896, donde se dice que su pintura alcanzó gran éxito comercial, igual que en Londres. Pero fue su asentamiento en suelo francés el que posibilitó su nombramiento de profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Varennes-sur-Allier (Allier, no lejos de Clermont-Ferrand, la capital de la Auvernia) ya a comienzos del siglo XX (1905), aunque falleció en Caen (Calvados, Baja Normandía) el 24 de febrero de 1949. Su desconexión de la vida artística española explica la ausencia de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en cuanto característicos certámenes oficiales y el que apenas esté representado en nuestros museos, por lo que aún es más de apreciar la existencia de un cuadro suyo en el Museo del Prado, Retrato de niño (óleo/lienzo de 65 x 54 cm, firmado, inv. P4336).

Esteban Casado