Valencianos
Julio Vila y Prades

Valencianos

c. 1908
  • Óleo sobre lienzo

    164 x 189 cm

    CTB.2011.7

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

El pintor valenciano Julio Vila y Prades (1873- 1930) se formó artísticamente en la Academia de San Carlos en Valencia. En su ciudad natal sería discípulo de Joaquín Agrasot, Juan Peyró y Francisco Domingo Marqués, continuando posteriormente en 1893 su formación en Madrid, en el taller de Joaquín Sorolla. Viajero incansable, residió en numerosas ciudades de España, Europa y América, convirtiéndose en un pintor muy reconocido en la época, siendo condecorado en numerosas ocasiones. Vila y Prades fue un gran muralista, paisajista y excelente retratista. Potenció además la pintura costumbrista y regionalista, de interés por las gentes y temática de tipo popular.

Tras un largo período fuera de España, en 1907 el pintor vuelve a Madrid y a su Valencia natal por la enfermedad de su madre, marchando tras la muerte de ésta a Buenos Aires1. Es muy posible que en 1908, durante una breve estancia en Madrid, ejecutase Valencianos, copia de la obra Retratos de Elena y María con trajes valencianos antiguos (1908) de su maestro Joaquín Sorolla, quien anteriormente había realizado varias obras de esta temática y con similar composición, como Valencianos a caballo (1906). Vila y Prades sentía especial atracción por esta pintura de tipo regionalista, y muy posiblemente decidió ejecutar una copia de la obra de gran formato con las hijas de su maestro.

Valencianos de Vila y Prades es de menor formato que la de Sorolla, ya que realizó una copia parcial de la misma, centrándose en los dos personajes y parte superior del caballo. Representa a las dos hijas de su maestro a caballo vistiendo el típico traje regional valenciano del siglo XIX. En primer término, una de las muchachas sujeta las riendas del caballo y viste indumentaria masculina con la característica rodina o sombrero negro de forma redondeada sujeto por una cinta en la barbilla, jupa o chaqueta de mangas sobre la camisa, pantalón hasta la rodilla y calzas blancas. La otra muchacha, en segundo término, viste la característica indumentaria femenina. Destaca especialmente el peinado o monyo tradicional valenciano adornado con la peineta (peineta) y llamativos pendientes, vistiendo camisa blanca y falda o guardapiés de colores. El caballo de color blanco está adornado en la cabeza y en la grupa con borlas y telas de vivos colores.

Las figuras se ubican en un fondo de paisaje típicamente mediterráneo, formado por varios árboles frutales que constituyen una frondosa vegetación, y en último término se divisa lo que parece ser una casa de campo. El gusto por el detalle se advierte en la cuidada representación del naranjo que se sitúa justo detrás de las dos muchachas a caballo.

La técnica pictórica de Vila y Prades es idéntica a la de su maestro Sorolla, ya que apenas efectúa variación alguna respecto a la obra original. La luz tiene una importancia fundamental en esta pintura, ya que inunda toda la escena, y los rayos de sol que pasan a través de los árboles hacen brillar aún más los vivos colores de las vestimentas de las figuras. Utiliza una paleta de colores brillantes: naranjas, rojos, amarillos y azules, que resaltan sobre el fondo verde oscuro de la vegetación.

Julio Vila y Prades fue un artista que desarrolló todos los registros pictóricos. No es la primera vez que efectúa este arquetipo de obras de temática regionalista. Con anterioridad ya había ejecutado diversos carteles sobre las ferias de Valencia. Asimismo, durante su estancia en Valencia realizó diversas obras de corte regionalista, como Los arroceros (1907), que sería premiada con la segunda medalla en la Exposición Nacional, o Caravana gitana (1907). Sin lugar a dudas, Vila y Prades desarrolló un estilo propio, pero la temática, el luminismo y el cromatismo de su maestro Sorolla estarían presentes en toda la producción artística del pintor, y más todavía, tal como recoge un testimonio de la época, Vila y Prades «fue un discípulo de Sorolla que dejó satisfecho a su maestro».

María Luisa García Serrano