Fiesta popular en los alrededores de Sevilla
Manuel Barrón y Carrillo

Fiesta popular en los alrededores de Sevilla

c. 1845-1850
  • Óleo sobre lienzo

    56 x 72 cm

    CTB.2001.3

  • © Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga

Fue Joaquín Domínguez Bécquer el primer pintor sevillano en incorporar vistas pintorescas de los alrededores de la capital andaluza, coexistentes con vistas monumentales y rincones históricos, siguiendo las influencias de la llamada pintura topográfica de paisaje cultivada en la tercera década del siglo XIX por viajeros ingleses, como David Roberts. A esta tendencia y actitud ante el paisaje tampoco se sustrajo Manuel Barrón, profesor de la asignatura de Paisaje en la escuela sevillana, constituida en el convento desamortizado de la Merced, sede a su vez del Museo de Pinturas de reciente constitución en pleno período liberal.

De composición un tanto esquemática y rígida, por lo centrado de la poco naturalista palmera, la presente pintura da idea del concepto memorizado del paisaje romántico cultivado por esas fechas en Sevilla. Un paisajismo que poco a poco se iría acercando hacia acentos realistas, en el caso de Barrón después de 1850, fecha ésta sin duda posterior a la que podemos dar para esta pintura, que se emparenta con otras producciones tempranas del artista dedicadas a rincones pintorescos y vistas de las riberas del río Guadaíra en la localidad cercana a Sevilla de Alcalá. Un lugar por cierto también visitado por Roberts y que, pasado el tiempo, se convertiría en un emplazamiento emblemático del paisaje sevillano desarrollado, en especial, en las últimas décadas del siglo XIX.

En esta pintura de amplio y sereno celaje, de la que se conocen otras versiones y variantes, Barrón nos sitúa en los alrededores de Sevilla desde una orientación norte, con un punto de vista sobre la vega del Guadalquivir en donde se divisa escueto su cauce y aparece el perfil de torres y murallas de la ciudad en el horizonte. A la izquierda de la composición sitúa un núcleo urbano o cortijada, que puede aludir a las inmediaciones del convento de San Jerónimo o tal vez a los alrededores de la población de la Algaba, en cuya vega parece querer situarse el encuadre. Una composición sin duda resultado de la conjunción de elementos memorizados y escenificados con posterioridad en la pintura, a la que el artista ha añadido, como justificación temática, un animado grupo de tipos con trajes tradicionales –el mismo esquema que se repite en otras obras del autor con ligeras variantes– que acompañados a la guitarra danzan en el primer plano en una fiesta improvisada. Una escena iluminada dentro de un sombrío primer plano, en lo que puede ser una imprevista venta popular o acampada de gitanos o feriantes, y en la que una pareja cercana –él de uniforme militar– conversa a contraluz en el ángulo izquierdo.

La obra podía situarse cronológicamente en torno a fechas de mediados del siglo pasado, una vez Barrón estuviera asentado como profesor y miembro de la Academia sevillana, a partir de 1845.

Juan Fernández Lacomba