Artistas

Jose María Romero y López

1815 - 1893

  • El refresco

    c. 1855

Pocos datos exactos se conocen de la biografía de este pintor romántico. Se supone que nació en Sevilla, puesto que las primeras noticias que se tienen de su vida le ubican allí, en un concurso académico de 1840, como ayudante de las clases de Dibujo en su Escuela de Bellas Artes en 1841 y, siete años después, como encargado de la clase de Trozos de la misma institución. Entre la clientela que atendió en esos primeros años destacan los duques de Montpensier. Para ellos realizó uno de sus primeros grandes cuadros de composición, El bautizo de la Infanta María Isabel de Orleans y Borbón, de 1849. Al poco de ese encargo, en 1850, fue recibido como miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, y en esa ciudad permaneció como profesor de pintura hasta 1866. Allí desarrolló una dilatada carrera como retratista de su burguesía que, tras la ausencia de Antonio María Esquivel (1806-1857) y José Gutiérrez de la Vega (1791-1865), le convirtió en el protagonista de la escena romántica de la capital andaluza en los años finales del reinado de Isabel II. Su estilo, deudor sobre todo de este último pintor, refleja su admiración por los modos de Murillo, al que imitaría especialmente en sus composiciones religiosas. En 1866 se trasladó de Sevilla a Cádiz, donde continuó con su carrera docente y artística, hasta 1874. Además de retratos, en esa ciudad pintaría también cuadros de composición, como La imposición de la casulla de san Ildefonso, para la catedral.

Tras un breve regreso a Sevilla –que le permitió dedicar en 1877 dos lienzos a la primera visita oficial a la ciudad de Alfonso XII–, en marzo de 1879 se instaló en Madrid. En busca de una nueva clientela, hizo valer su condición de pintor honorario de cámara, publicitándose como retratista «para personajes ilustres». En la corte atendió algunos encargos de retratos y de cuadros religiosos, sin que alcanzara un éxito sólido. Así, en 1887 se refugió en Málaga, ciudad en la que ejerció de nuevo como profesor de Colorido y Composición en su Academia hasta que en 1893 fue sustituido, dada su avanzada edad.

Paralelamente a su conocida carrera de retratista, llevó a cabo también un amplio número de amables escenas costumbristas, algunas amorosas y otras abiertamente eróticas. Ambientadas en espacios urbanos muchas veces reconocibles, o en interiores descriptivos como los que emplea en sus retratos, estaban destinadas al comercio burgués y en ellas refleja fielmente los usos amorosos del romanticismo en España.

Carlos G. Navarro